¿De qué color es el mar? Dirás que azul. Pero también luce verde, gris o con pinceladas de violeta, fascinantes cambios con un significado más allá de la estética.
“Desde el punto de vista científico, lo relevante no es saber por qué es azul”, señalan los investigadores del Grupo Internacional de Coordinación de Actividades sobre Cromatografía Oceánica (IOCCG, por sus siglas en inglés). Lo importante está en entender por qué, a veces, no lo es.
Cuando la luz alcanza un objeto, la superficie de este absorbe parte del espectro luminoso y refleja el resto, lo que le otorga su color único. En este caso, los fotones interactúan con las moléculas del agua, que reflejan en su mayoría los de color azul. Pero en los océanos no solo hay agua, y por eso su superficie exhibe tonos variados.
A finales del siglo XIX, el químico inglés John Young Buchanan concluyó que el color del mar se debía al plancton, los microorganismos que pueblan el agua. En esa época se creía que el océano era azul porque reflejaba el color del cielo, y su teoría se desechó. Hasta que a mediados del siglo XX, Charles Yentsch, padre de la oceanografía interdisciplinar, viniera a rescatarla.
Sus trabajos detallaron las relaciones entre la luz y la vida marina y atrajeron el interés de la NASA, que comenzó a registrar el color del mar desde el espacio, lo que permite estudiar el fitoplancton (microorganismos vegetales) como un todo, e indagar en los procesos que condicionan los flujos de nutrientes y energía en el océano, es decir, su productividad.
El fitoplancton es responsable de gran parte de la fotosíntesis en la Tierra, ya que contiene clorofila. Se agrupa en grandes masas que son detectables por los sensores de los satélites en función de la presencia de clorofila. Si hay más cantidad de este pigmento, el color será verde.
Si hay menos, tenderá hacia los azules. A partir del tono es posible conocer la concentración de clorofila y estimar, a través de logaritmos fiables, la biomasa de fitoplancton, que afecta al clima y la cadena alimentaria marina y es un indicativo fiable de la salud de los océanos.
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