Desde los años 60, las praderas de posidonia –hierba
submarina endémica del Mediterráneo– han retrocedido entre un 13% y un 38%, lo
cual es una auténtica calamidad medioambiental: la Posidonia oceánica
contribuye a preservar la calidad del agua, a proteger la costa y a
contrarrestar los efectos de la subida del nivel del mar, por ejemplo. Los
expertos creen que estos beneficios se habrían reducido hasta un 50% en los
últimos veinte años.
Un nuevo estudio internacional elaborado por el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universitat Autònoma de
Barcelona y el Oceans Institute de la Universidad de Western Australia ha
puesto el foco en una de las consecuencias más graves derivadas del retroceso
de la angiosperma marina. “Nuestros resultados indican que hay una importante
merma en la capacidad de secuestro y almacenamiento de carbono”, explica Núria
Marbà, investigadora del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados y
coautora del informe.
Además, las zonas donde desaparece la posidonia no solo
dejan de captar C02, sino que también pueden convertirse en fuentes de ese gas
cuando se erosionan y liberan el carbono que la pradera había acumulado durante
décadas o siglos.
Por su parte, Pere Masqué, experto de la Universitat
Autònoma de Barcelona y coautor de la investigación, recuerda que esta pérdida
no es irreversible: “el área potencial disponible para llevar a cabo proyectos
de replantación es enorme”.
El estudio se ha realizado en la laguna costera de Oyster
Harbour, al sur de Australia Occidental, cuya población de posidonia sufrió una
reducción muy importante entre los años 60 y finales de los 80. A partir de
1994, la pradera volvió a crecer, en buena parte por replantaciones. Mediante
la datación de los sedimentos, los expertos han medido la acumulación de
carbono en las zonas repobladas y su erosión en las zonas sin recolonizar.
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